Mientras la ciudadanía no sea distinta los políticos serán todos iguales
Mientras la ciudadanía no sea distinta, los políticos serán todos iguales.
La oligarquía tiene un enorme interés en despolitizar a la ciudadanía y el bajo nivel de alfabetización política de la población es una gran ayuda para ese propósito. Una parte importante de la población ignora que la corrupción es transversal a todos los gobiernos. También ignora que por lo menos hay dos tipos de corrupción, la coyuntural (coimas) y la estructural (adecuación del Estado a los negocios y entreguismo)[1]. Y, lo que es todavía más grave, ignora irresponsablemente que su despolitización, que implica incompetencia para incidir y controlar a sus gobiernos, es uno de los factores que facilitan y promueven la corrupción de los administradores del Estado. Como vemos, la población despolitizada es un perro que se muerde la cola.
En el marco de este escenario Cambiemos lanzó a la arena mediática la farsa de los cuadernos Gloria, que tiene varios objetivos inconfesables:
- Contraatacar respecto de los aportantes truchos en la campaña de Cambiemos en la provincia de Buenos Aires, con el objetivo de embarrar la cancha, confundir todo y tapar el escándalo que crecía peligrosamente.
- Tapar mediáticamente la catastrófica situación económica, la deuda que ya es impagable, el aumento descomunal de las tarifas, la devaluación que hundió los salarios, el desempleo, el hambre, la multiplicación de los comedores populares, de millones de personas que tienen hambre, etc.
- Erosionar y destruir la figura de Cristina Fernández, que según las encuestas ya gana en segunda vuelta.
Pero también debemos considerar el efecto despolitizador de esta movida manipuladora del gobierno de Mauricio Macri. ¿Qué es lo que consigue, además, este enchastre de todos los políticos y empresarios de ambos gobiernos, el kirchnerista y el de Cambiemos, revolcados en un merengue y en el mismo lodo todos manoseados? Que un parte importante de la población (algunos encuestadores hablan del 25% de los consultados) diga irresponsablemente: “no le pongo el voto a ninguno, porque son todos iguales, son todos lo mismo”.
Cuando una parte importante de la ciudadanía opina de esta forma, se revela otro matiz de su analfabetismo político. No es capaz de distinguir la contradicción fundamental, que está en la división oligarquía-pueblo, de las contradicciones secundarias con las que es inundada por los medios hegemónicos. Si su ignorancia política le dice que la corrupción es toda del mismo nivel y si, además, atañe e involucra a todos los gobiernos por igual, sin distinción ideológica, entonces son todos iguales. Este es el razonamiento de los analfabetos políticos. No son capaces de distinguir cómo se posicionan los distintos gobiernos respecto de la división oligarquía-pueblo, que es la clave para conocer su verdadero sesgo ideológico y la conducta política que adoptarán[2]. Es de una ingenuidad mortal ignorar que un gobierno de derecha neoliberal no gobernará para los sectores populares, ni le importará un comino el bienestar de los sectores subalternos, ni la pobreza cero, ni nada por el estilo. Que administrará un Estado que no controlará, ni regulará a las corporaciones. Un Estado con el que hará negocios y lo adecuará a los negocios.
No hay duda, la ignorancia política es una de las más grandes catástrofes de nuestra época.
- Ver Arturo Jauretche, la moralina y la moral nacional y Aldo Ferre, la corrupción coyuntural y la corrupción estructural. ↑
- Aquí queda clara su ignorancia respecto de la contradicción principal: oligarquía-pueblo, de la que se derivan un conjunto de consecuencias muy importantes, entre otras, que la política sólo puede ser comprendida desde la lógica del poder. Y, entonces, sin un pueblo empoderado, la lucha contra la oligarquía estará irremediablemente perdida. ↑