Yo no me rindo
Yo no me rindo!!
“La historia no conoce fatalismos, porque es el producto de la voluntad humana. Y un pueblo dispuesto a luchar por su liberación tiene inagotables reservas de energía” (John William Cooke).
No es nuestra intención enseñarles a ser críticos, lo cual sería un acto de pedantería imperdonable, sino estimularlos a reflexionar sobre la importancia de serlo, principalmente plantearles el valor que tiene realizar esta tarea en forma cotidiana. Por supuesto, una empresa difícil, ardua y compleja, si las hay.
El monopolio mediático ha “inventado” una realidad, que es la que conviene a sus intereses, estableciendo los pilares de un “pensamiento único”, que lamentablemente cada día va ganando más terreno en nuestras sociedades y el mundo. Esta es su pretensión: “que todos pensemos, creamos y legitimemos lo mismo, esto es, el mundo que los que detentan el poder han creado a la medida de sus intereses y ansias ilimitadas de poder”. Este es el mundo “dado” (que nos dieron), el mundo entendido como un “es”, algo ya construido y terminado y que, por lo tanto, no puede ni debe ser transformado.
Y este es el principal fundamento que tenemos para luchar con todas nuestras fuerzas contra este designio impuesto. No existe forma de evitar la lucha, que se renueva todos los días en una impostergable reconstrucción crítica de la realidad, que no debe detenerse. La llamamos “lectura crítica del mundo”, sin la cual comprobamos que es imposible una buena “lectura crítica de la palabra”. Estas dos lecturas críticas, la del mundo y la de la palabra, se entrelazan y vinculan de forma dialéctica conformando un verdadero círculo virtuoso de auténtico crecimiento intelectual. No deberíamos dudar en dar esta batalla, la que no admite rendición. Vale recordar aquí al inolvidable Paulo Freire, cuando decía:
“Reconozco la realidad. Reconozco los obstáculos, pero rechazo acomodarme en silencio o simplemente ser el eco vacío, avergonzado o cínico del discurso dominante” (Freire, P. 1997: 55)*.
Aunque todos a mi alrededor hayan claudicado, hayan ofrendado su dignidad de personas en el altar de una sociedad opulenta que reduce a la miseria a millones de personas, yo no entregaré las armas, no me rendiré. Es emocionante el rescate que hace Freire de la extraordinaria obra teatral de Eugéne Ionesco, “Rinocerontes”, cuando su personaje central, el insignificante Berenger, que desde siempre se venía oponiendo a sus compañeros, que uno a uno se iban convirtiendo en rinocerontes (imagen simbólica del ser del fascismo) y a pesar de sus advertencias para que él también lo haga, comenzó a gritar en la mayor de las soledades:
“Ma Carabine, Ma Carbine! Contra tout le monde, je me defendrai! Je sui le dernier homme, je le resterai jusqu’ au bout! Je ne capitule pas! (Eugéne Ionesco, Rhinoceros, Editions Gallimard, 1959, Paris. P.246).[1]
En ese momento Freire nos interpela y despierta de la anestesia que nos viene hundiendo en un letargo del que debemos despertar más temprano que tarde:
“Yo me complazco en ser persona a causa de mi responsabilidad ética y política en el mundo y con los otros. No puedo ser si los otros no son; sobre todo no puedo ser si prohíbo que los otros sean. Soy un ser humano. Soy un hombre y no un rinoceronte como grita Berenger en la excelente obra de Ionesco.
Si realmente soy un hombre y no un rinoceronte, debo demostrarlo. Y debo hacerlo, aunque sea el único ser sobre la tierra que así lo siente y vive. Y no debe importarme que los demás no lo sientan y vivan como yo. Mi opción es ética y, por lo tanto, no puede estar sujeta a ningún tipo de cálculo. Es incondicional”. (Freire, P. 1997: 56).
Bibliografía:
Freire, Paulo (1997) A la sombra de este árbol. Barcelona. El Roure.
- ¡Mi carabina, Mi carabina! Contra todo el mundo, yo me defenderé. Yo soy el último hombre, lo seré hasta el final. Yo no me rindo. ↑